Mi pasión por la fotografía nació durante mis años en la universidad, cuando observé en un laboratorio cómo una imagen emergía lentamente sobre un papel blanco. Fue en ese preciso instante cuando quedé fascinado por el arte de capturar momentos. Aunque mi carrera profesional se ha centrado en la ingeniería, la fotografía ha sido una constante en mi vida, evolucionando junto conmigo. He vivido la transición de lo analógico a lo digital, y con ello, mi estilo también ha cambiado: de la fotografía en blanco y negro, he pasado al color, sin perder de vista lo más importante, que siempre ha sido el concepto detrás de cada imagen.
En cada una de mis fotografías, busco provocar una pausa en el espectador, invitarlo a reflexionar, a cuestionarse o sorprenderse, a poner en marcha su mente aunque solo sea por un instante. Además, trato de unir el concepto con una estética agradable, de manera que, incluso si la idea no resuena profundamente, al menos la imagen sea visualmente placentera.
En esta última etapa, me he centrado en establecer una relación con los objetos cotidianos, intentando darles una atención especial y convertirlos en auténticos protagonistas con vida propia. Trabajo mucho con la iluminación para lograr estos efectos, explorando cómo la luz transforma y resalta la esencia de lo más simple.
A menudo me han dicho que mis fotografías son como metáforas visuales, y es un halago que aprecio profundamente.
En los años 80, con algo de ahorro y vendiendo algunas cosas, logré adquirir la Olympus OM10. Esta cámara réflex de 35 mm marcó una etapa especial en mi relación con la fotografía, convirtiéndose en una compañera fiel durante muchos años.
La cámara venía equipada con el icónico objetivo Zuiko de 50 mm f/1.8, una lente que ofrecía una excelente nitidez y un rendimiento excepcional incluso en condiciones de poca luz. Para ampliar las posibilidades, completé el equipo con un duplicador que permitía convertir el objetivo de 50 mm en uno de 100 mm, abriendo nuevas oportunidades sin una gran inversión.
La Olympus OM10 ofrecía una gran flexibilidad operativa. Podía usarse en modo automático con prioridad de apertura o en modo manual.Una de las características más distintivas de este modelo era su accesorio desmontable, que permitía controlar y visualizar la velocidad de obturación de manera práctica, añadiendo un elemento único a su funcionalidad.
Hasta mi transición al mundo digital, esta fue la única cámara con la que fotografié. Hoy en día, aunque descansa llena de polvo, la conservo como un valioso objeto sentimental que representa mis primeros pasos en la fotografía. Siempre queda la ilusión de volver a cargar un carrete y utilizarla de nuevo algún día, reviviendo la magia de aquellos tiempos.
Aunque mi hija insiste en quedársela, todavía me resisto a cedérsela